"Entre telas y Madera"

 Esta historia tiene unos cuarenta años....
Una niña de 8 años, sentada en las escaleras de un taller, bocadillo de fuagrás y queso entre las manos, viendo a su padre escofinar la madera de un esqueleto que, en cosa de unos días, sería un maravilloso y estupendo sofá.
Esa misma niña, tras la silla donde se sentaba su madre delante de una máquina de coser triple arrastre, intentando terminar el volante de un sillón que había que entregar ese día.
El olor a piel cuando se acababa de patinar, el ruido del compresor que hacía posible los disparos de las pistolas de grapas, ese martillo que golpeaba, una a una, esas tachuelas bronceadas que tan en "fila india" lucían, la crin que llegaba en fardos al taller y soltaba un polvillo maloliente y molesto.... Cada momento en la vida del taller era un latido de fascinación para una cría a la que le encantaba ver llegar a los representantes con unos maletones llenos de perchas de tejidos coloridos, llenos de flores y pájaros.
Aprendió que lo más importante en cualquier mueble, en una pieza de tapicería también, era su estructura; el esqueleto era lo primero que se colocaba sobre las burriquetas: unos cuantos listones de madera machihembrados y, a partir de ahí, en unos cuantos días surgía la magia.
Aprendió que el trabajo realizado con las manos es el trabajo que con más amor se realiza y ello deja una huella en cada pieza, única y magnífica que hace posible momentos inolvidables en los hogares.
Aprendió a distinguir un algodón de un lino, un poliéster de una viscosa; a diferenciar los hilos que formaban la urdimbre de los que formaban la trama; le fascinaban los brocados pero le divertían más los chintz y sufría cuando le intentaban explicar cómo debía calcular el metraje necesario para una falda camilla o el visillo necesario para cubrir un ventanal.
La niña iba creciendo y aunque quería ser arqueóloga y desenterrar huesos y tesoros escondidos, optó por ampliar conocimientos y seguir formándose en algo que ya era parte de ella. Escuchaba con cierta admiración a los clientes del taller, en su mayoría anticuarios y decoradores que, de manera continuada, llevaban al taller piezas importantes que se restauraban y se vestían para su posterior venta. Es con ellos con los que aprendió los distintos estilos artísticos y las maderas habituales que se utilizaban en cada mueble de época.
La niña creció y trabajó para seguir mejorando como profesional y hoy sigue soñando con su paraíso "entre telas y madera". 
Cada día aprendiendo algo más de una de las profesiones más gratificantes que conoce.




Comentarios

  1. has crecido conociendo desde dentro un precioso oficio. también puedes ser arqueóloga y lo que te propongas. qué curioso ver el esqueleto de madera del sofá. el nombre de tu blog está muy bien traído.
    besos!! te enlazo en la lista de favoritos de mi blog.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, Chemi. Mi vocación se fué macerando año a año y cada día estoy más satisfecha de la decisión que tomé.
    "Entre telas y madera" era el nombre que íbamos a poner a la nueva tienda pero al final ganó Cuydi. Soy una sentimental😊

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